Interpretar obras del repertorio clásico: Un aprendizaje necesario para el bailarín

Una discusión surgida a principios del siglo XX, planteada sobre todo por los precursores de la danza moderna en Occidente, y continuada en diferentes latitudes por aquellos que optaron por romper los cánones de la danza clásica para dar paso a la “danza moderna” y más adelante a la “danza contemporánea”, se cristalizó en la pregunta ¿Qué sentido tiene seguir reproduciendo obras de ballet con príncipes y cuentos de hadas, que no guardan relación con la realidad presente? Este cuestionamiento– que dio como resultado el surgimiento de las diversas corrientes de la danza contemporánea, no ha invalidado que en el mundo entero se siga desarrollando, practicando y cultivando el ballet o danza clásica, tanto como género como desde el punto de vista de la técnica.

Al parecer, en la actualidad esta dicotomía, si bien continúa en el discurso de algunos cultores de la danza contemporánea, ya no es el principal centro de los debates en el mundo de la danza, pues los caminos de este arte escénico han seguido por senderos insospechados y no es posible ya encasillar o etiquetar estilos o encerrarse en una sola técnica o estilo.  Más bien los bailarines hoy en día, tienen a su alcance diversidad de escuelas y técnicas, tanto en el clásico como en la danza contemporánea que les permite perfeccionar y enriquecer su lenguaje corporal, brindando mayores posibilidades tanto al interprete como al creador.

En ese camino es que, en la actualidad vemos también, que las escuelas de ballet promueven, como fuente de aprendizaje para sus estudiantes, la interpretación ya sea de fragmentos o las obras completas de las grandes creaciones de los periodos del clasicismo y el romanticismo de la historia de la danza clásica. Asimismo, las grandes compañías, año tras año reponen estas joyas de la historia y son parte de su repertorio, pues el público continúa disfrutando y embelesándose de los despliegues de virtuosismo de los intérpretes de dichas obras, la magia de los cuentos de hadas y todo ese mundo de fantasía que encierran las obras del repertorio universal de la danza clásica. Por cierto hay un público para cada género, tanto para el ballet como para la danza contemporánea. Para todo estudiante de ballet que se precie como tal, resulta fundamental alguna vez bailar una de estas obras, y para los profesionales no deja de ser un reto para medir sus destrezas técnicas e interpretativas.

Dos centros de formación de La Paz presentaron clásicos del ballet

Dos importantes centros de formación, uno privado y otro público de La Paz, presentaron al cierre de gestión, en la última  semana de noviembre, dos obras del repertorio clásico: CAP Escuela de Danza, “Cascanueces” y la Escuela de Ballet Oficial, “La Bella Durmiente”, ambas obras de fines del siglo XIX, del coreógrafo Marius Petipa, en colaboración con L. Ivanov, sobre música de Piotr Ilich Tchaikovski.

"Cascanueces", producción de CAP Escuela de Danza

Mauricio Zambrana y Steffi Soria Galvarro


Vals de las Flores - Cuerpo de baile y solista Fernanda Arteaga (Forografía Javier Ishino) 



Bajo la dirección de la coreógrafa y maestra de danza Magaly Rodríguez, y la participación de bailarines invitados y estudiantes de diferentes niveles de la escuela CAP, la representación del ballet “Cascanueces” fue un acierto que el público disfrutó de principio a fin. Un montaje muy bien logrado, en general. La interpretación de los primeros bailarines invitados fue impecable, así como la calidad de la producción: escenografía, iluminación y vestuario.

La clave del éxito: Una buena dirección artística con capacidad para reponer obras del repertorio clásico y contar con bailarines profesionales en los roles principales. Otro elemento indispensable: un cuerpo de baile capaz de acompañar a los solistas y actuar correctamente en las diferentes escenas, estuvo también presente en esta representación, destacándose en Copos de Nieve y en el Vals de las Flores.

Los solistas

Steffi Soria Galvarro (Clara), se lució no sólo por su buen manejo técnico sino además porque encarnó muy bien al personaje de la niña Clara; una acertada elección de la directora artística. De mismo modo otro de los bailarines invitados, Mauricio Zenteno, (Cascanuez/Caballero de Azúcar) representó el papel con prestancia y elegancia, además de mostrar destreza técnica y calidad artística.  Paulette Machicado (Hada de Azúcar/Mirliton/Solista Copo de Nieve), también tuvo una presentación impecable y calidad interpretativa. Cabe destacar a otras solistas invitadas como Fernanda Arteaga (Solista en el Vals de las Flores) y Camila Brukner (Solista Española) que del mismo modo mostraron un muy buen nivel técnico e impecable actuación. Álvaro Murillo, que interpretó el papel del Ratón Principal, también hizo un buen trabajo.

Un aspecto fundamental en estas obras del clasicismo es justamente la exhibición de virtuosismo en cada una de las variaciones de los solistas, pero sin perder o dejar de lado la interpretación, elementos que estuvieron presentes en esta puesta en escena.

Un aspecto que muchas veces algunas producciones del medio pasan por alto, es la presentación de un programa bien logrado, con buen diseño, buenas fotografías, y una buena edición, que en este caso a CAP no se le pasó por alto, todo lo contrario, puso en las manos del público un programa de buena calidad, con excelentes fotografías de Javier Ishino y Diego Poveda, y el sobrio diseño gráfico de Sergio Vega.

En resumen, la producción y puesta en escena de este clásico de la historia del ballet , a cargo de CAP, fue un gran aprendizaje para las y los estudiantes del género clásico de esta escuela, que en un futuro tienen el reto de alcanzar el nivel técnico para representar los roles de solistas, habiendo tenido como referente a una generación de excelentes bailarines con quienes compartieron escenario en esta ocasión.

Algunos datos sobre la obra “Cascanueces”

El cascanueces es un cuento de hadas-ballet en dos actos y tres escenas, con música de Piotr Ilich Tchaikovski (1840–1893), compuesto en 1891–1892. El compositor ruso puso música a la adaptación de Alexandre Dumas (padre) del cuento El cascanueces y el rey de los ratones, de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann (puesta en escena por Marius Petipa y encargado por el director de los Teatros Imperiales Iván Vsevolozhski en 1891).
La coreografía original de esta obra le pertenece a Marius Petipa, que entre sus obras más conocidas figuran: “La bella durmiente” (1890), “El lago de los cisnes” y “Cascanueces”, las tres en colaboración con Liev Ivanov, sobre música de Piotr Ilich Tchaikovski.


La Bella Durmiente, de la Escuela del Ballet Oficial


Milán Aguirre y Chelsie Zeballos - Forografia: Omar Torrico


Solistas Hadas: Denisse Salas, Mitzy López y María Teresa Mariscal - Fotografía Omar Torrico

Con esta puesta en escena, a cargo de la Escuela del Ballet Oficial, se graduaron de este centro de formación, seis estudiantes para quienes la representación de la obra "La Bella Durmiente" no sólo significó un desafío artístico, sino que además fue el requisito académico indispensable para alcanzar el grado de “Técnico Superior” en Danza.

Como se mencionó párrafos arriba, la participación como protagonista en estas obras del repertorio clásico, le permite al bailarín o bailarina medir su capacidad técnica, ya que los roles de solistas de estas obras demandan dominio técnico, un reto bastante exigente para los jóvenes estudiantes.
A diferencia de la producción de CAP, los roles de primeros bailarines y cuerpo de baile fueron ejecutados por los propios estudiantes de la Escuela del Ballet Oficial. En esa medida, el esfuerzo realizado por esta escuela, dependiente del Ministerio de Educación, es loable y merece ser reconocido.

La puesta en escena en general fue sobria, donde las y los estudiantes mostraron esmero y seriedad en su trabajo. En si la producción estuvo correcta; el cuerpo de baile uniforme.

La Escuela del Ballet Oficial ha sido y es sin duda uno de los semilleros de las y los bailarines de nuestro medio, muchos de los cuales han salido del país a realizar estudios de perfeccionamiento o continuaron su formación en La Paz con maestros y maestras del medio. En esta ocasión este centro de artístico presentó a sus graduados, Chelsie Zeballos y Milán Aguirre, quienes desempeñaron los roles de solistas en La Bella Durmiente. Milán Aguirre, es un bailarín con un gran talento y aptitudes artísticas destacables, que en el rol de Príncipe Désiré lució sus destrezas técnicas y su prestancia. Chelsie Zeballos, por su parte puso gran empeño en la ejecución de las exigencias técnicas que representa las variaciones del rol de Aurora: un desafío complicado para cualquier estudiante, ya que supone hacer gala de una exquisita ligereza, y es un rol que normalmente es ejecutado por solistas experimentadas, lo que hace muy significativo su desempeño, sobre todo considerando su corta edad. Zeballos mostró seriedad, aunque le faltó desprenderse un poco del aspecto meramente técnico para pasar al disfrute de la danza y transmitir ese sentimiento al público; elemento que con el trabajo y la experiencia en las tablas seguramente alcanzará.

Adriana Lizón, Denisee Salas, María del Mar Zamora, María Teresa Mariscal, fueron las otras bailarinas graduadas que representaron roles de solistas y cuerpo de baile en esta puesta en escena de la Escuela de Ballet Oficial, bajo la dirección de Erika Wolff, donde gratamente se pudo apreciar a jóvenes con buenas proyecciones. La adaptación coreográfica estuvo a cargo de Wolff, Kenia Pinto, Andrea Claros, Gabriela Rodríguez y Mauricio Zenteno. Participaron como artistas invitados Ismael Alarcón, Graciela Rodríguez, Alexandra Rodríguez y Támara Ojopi, quien hizo una buena representación de la Hada Carabose.

En definitiva, es necesario destacar el esfuerzo de la Escuela del Ballet Oficial por reponer obras del repertorio clásico, ya que es requisito fundamental para una escuela de danza clásica, ya que brinda la oportunidad a las y los estudiantes de tener experiencias muy valiosas dentro su aprendizaje.

Algunos datos sobre la obra “La Bella Durmiente”

Coreografía original de Marius Petipá, con música de P.I. Thaikovsky. Se trata de una adaptación del famoso cuento de Charles Perrault (París, 1628-1703) Dicha obra, en tres actos y un prólogo, fue llevada por primera vez a escena en San Petersburgo, y cuenta la historia de amor entre la princesa Aurora y el príncipe Désiré. Señalan algunos historiadores, que con la creación de esta obra, en 1890, se establecieron los principios del clasicismo en la danza clásica. 


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